Las demandas de agua se han incrementado en 160% gracias a la gran magnitud de la expansión agrícola, minera y urbana.

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En la actualidad, la agricultura sigue siendo la gran consumidora de agua en Chile, con más del 70 por ciento de los usos, seguida por la industria manufacturera (12 por ciento), la minería (9 por ciento) y, por último, el consumo sanitario. Como consecuencia de este exponencial crecimiento productivo, cada año se suman nuevas cuencas que presentan serios problemas de escasez de agua, con centenares de conflictos socio-ambientales y entre usuarios; un fenómeno que tiene su origen en una combinación entre cambio climático y un indiscriminado consumo.

Esto es lo que advierten académicos como el investigador Pablo García Chevesich de la Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza. “En Chile no existe una valoración por el recurso y es muy común ver jardines de alto consumo hídrico en zonas áridas y semiáridas -como Santiago-, duchas de 30 minutos e incluso gente barriendo las hojas de la calle con la manguera. En otras palabras, pese a que nos estamos quedando sin agua, seguimos actuando como si este recurso fuese ilimitado”, dijo el científico.

La Dirección General de Aguas (DGA) posee hoy cinco decretos vigentes de escasez. En total, abarcan 61 comunas afectadas por el fenómeno, en las que viven 2.617.934 habitantes, un 14,89 por ciento de la población del país. Esta situación tiene su origen en una combinación entre cambio climático, un sobre uso de los recursos hídricos y, sobre todo, una falta de planificación territorial, pues las decisiones de uso de la tierra no han considerado el agua como factor limitante, a juicio de académicos de la misma Facultad.

“El gran problema radica en que todo necesita agua. Por ejemplo, para producir un tomate se requieren 13 litros; similarmente, un vaso de cerveza requiere 75 litros, un huevo 135 y para producir un kilogramo de carne se requieren 15 mil litros. Del mismo modo, elaborar una hoja de papel requiere 10 litros, mientras que un par de jeans 8 mil litros y un automóvil 350 mil litros”.

«Debemos aceptar el hecho de que seremos en adelante un país seco. Por ende, es sumamente importante comenzar a tomar medidas hoy”, advirtió el investigador. Las soluciones al problema de la escasez hídrica existen, y se están aplicando en otros países y con buenos resultados. En Israel, por ejemplo, la eficiencia en el uso del agua ha alcanzado tal magnitud que, pese a ser una zona desértica, el agua literalmente les sobra. De hecho, Israel incluso exporta agua a sus países vecinos, todo sobre la base de soluciones estructurales representadas más que nada por la desalación de agua de mar, entre otras.

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Por otro lado, las soluciones comienzan a nivel familiar, mediante cambios de la “cultura del agua” de los chilenos. Dentro de los consejos donde coinciden los expertos están modificar nuestros jardines, reducir la superficie cubierta por césped, y utilizar especies de bajo consumo hídrico, con el fin de crear un “jardín inteligente”, estético y adaptado a las condiciones climáticas locales. Sólo eliminando el césped y reemplazándolo por gravilla, se puede disminuir el consumo familiar en un 60 por ciento. Similarmente, se pueden almacenar las aguas lluvia, desviar las aguas grises hacia las plantas y, lo más importante, educar a familiares y amigos a cuidar el agua.

Las soluciones a nivel territorial son más complejas, pues cada cuenca es única en términos hidrológicos, por lo que cada una de ellas responde distintamente a cambios en el uso de la tierra. Como consecuencia, «es urgente estudiar a fondo la hidrología de nuestras cuencas y así ser capaces de proponer soluciones específicas para cada unidad hidrológica. En este sentido, el conocimiento que se genera desde las universidades y centros de investigación en recursos hídricos, es una pieza fundamental para la generación de políticas y la determinación de soluciones estructurales específicas de cada unidad territorial«, aseveró el académico quien espera que «el nuevo Gobierno invierta en soluciones estructurales de largo plazo, combinando la construcción de embalses, carreteras hídricas, recarga de acuíferos y, sobre todo, desalación».

Además, el llamado es a forestar las zonas altas de nuestras cuencas, para así incrementar la recarga natural de los acuíferos locales.

Por último, la agricultura debe avanzar más hacia prácticas eficientes, lo que se alcanza no sólo con riego tecnificado, sino también mediante el uso de geles, control de evaporación, mejoramiento genético y, lo más importante, saber qué cultivar y dónde. En otras palabras, la planificación territorial en Chile debe considerar los recursos hídricos, con el fin de asegurar la disponibilidad de agua para todos los usuarios de cada cuenca.

En definitiva «el llamado es para todos los chilenos a que difundan este cambio cultural y estructural que se hace cada año más urgente. El futuro del agua está en nuestras manos», como concluyó el académico.

Fuente: https://uchile.cl/u141937

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